11/3/15

VERDAD para desmontar los tópicos contra la clase de Reli

la religión no es algo negativo ni prohibido en España, sino materia de protección por parte de los poderes públicos, pues la libertad religiosa es un derecho fundamental. la Ley Orgánica de Libertad Religiosa (LOLR), de 1980, que recoge y garantiza el derecho de toda persona a «recibir e impartir enseñanza e información religiosa de toda índole, oralmente, por escrito o por cualquier otro procedimiento; y elegir para sí, y para los menores no emancipados e incapacitados, bajo su dependencia, dentro y fuera del ámbito escolar, la educación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus convicciones». la misma ley recoge el derecho de la Iglesia, y de cualquier otra religión, a establecer «lugares de culto o de reunión con fines religiosos, a designar y formar a sus ministros, a divulgar y propagar su propio credo». Es decir, que la Iglesia puede enseñar su doctrina en sus templos, y también en los centros docentes. los Acuerdos no imponen a nadie estudiar Religión: «Por respeto a la libertad de conciencia, dicha enseñanza no tendrá carácter obligatorio para los alumnos. Se garantiza, sin embargo, el derecho a recibirla». Desde que hay democracia en España, todas las leyes educativas han sido elaboradas por el PSOE, y todas han remitido a los Acuerdos con la Santa Sede para garantizar la enseñanza de la Religión. en Alemania, es obligatoria la enseñanza religiosa (de distintas confesiones), aunque los padres pueden pedir una exención para que sus hijos reciban una alternativa, que varía según los Länder; en Finlandia, es de obligada oferta para los centros, aunque de libre elección en los públicos y obligatoria en los colegios confesionales; y la situación se repite en Reino Unido, Suecia, Austria, Noruega, Holanda, Polonia, Bélgica..., países que, por cierto, obtienen mejores resultados que España en las pruebas PISA. La LOMCE sólo explicita lo que las anteriores leyes daban por sentado cuando aludían a los Acuerdos: que los centros tendrán que ofertar la enseñanza religiosa, pero los alumnos podrán no elegirla, y que esta asignatura tendrá el mismo tratamiento que el resto, por lo que tendrá alternativa académica y computará para la nota media. La LOMCE otorga a la Religión el carácter evaluable que le corresponde en virtud de los Acuerdos. Religión no entrará en las pruebas finales de Secundaria, ni en Selectividad, por lo que no contará para la nota media de esas pruebas, que son el 40% de la nota media en el expediente de cada alumno. de cara a una beca, Religión (y su alternativa) será una de las materias (más de 30, en Secundaria y, al menos, 21 en Bachillerato) que computen para calcular el 60%.de la media de notas. La enseñanza de la Religión nace del ejercicio de un derecho fundamental, protegido por una Ley Orgánica; y los Acuerdos responden a esa importancia al exigir que esa asignatura se imparta «en condiciones equiparables a las demás disciplinas fundamentales». Discriminatoria era la situación actual para los alumnos que la cursaban. la Ley de Libertad Religiosa establece que «el Estado, teniendo en cuenta las creencias religiosas existentes en la sociedad española, establecerá Acuerdos o Convenios» no sólo con la Iglesia católica, sino con el resto de «Iglesias, Confesiones y Comunidades religiosas inscritas en el Registro, que por su ámbito y número de creyentes hayan alcanzado notorio arraigo en España». la asignatura de Religión católica incluye un estudio de la historia y de los rasgos distintivos del resto de religiones, que no aparece en la asignatura de Historia establecida por el Estado. La enseñanza de Religión católica muestra los contenidos del credo cristiano, mientras la catequesis ayuda a la asimilación de ese credo en la propia vida. un informe de la UNESCO sobre la educación del siglo XXI reconoce que la enseñanza religiosa «puede servir de útil referencia para futuros comportamientos» y «contribuir al desarrollo global de la persona. A diferencia de la clase de Religión, Educación para la ciudadanía sí era obligatoria para todos. Además, mientras en Religión se evalúan los contenidos, en EpC se evaluaba la asimilación de los valores que se transmitían. Tanto la Ley Orgánica de Libertad Religiosa como una reciente sentencia del Tribunal de Estrasburgo reconocen que ningún Estado es competente para establecer qué se ajusta y qué no a un credo religioso y, por tanto, que depende sólo de las autoridades de esa confesión religiosa designar los contenidos de su fe y a las personas encargadas de transmitirla. La Administración no discrimina a los ateos, o a los agnósticos, pues no obliga a nadie a elegir esta asignatura, pero tampoco puede discriminar al 72% de las familias, que son las que eligen voluntariamente cursar esta asignatura.

1 comentario:

  1. Este “chorlitismo” (quintaesenciado en ese lema infumable, “Je suis Charlie”, que muchos católicos han hecho suyo) vuelve a demostrar algo que explicábamos en algún artículo anterior: la descristianización de las sociedades católicas, llevada a cabo desde medios de comunicación sedicentemente católicos, que se han convertido en palestra donde liberales y progresistas evacuan su bazofia ideológica, imponiendo conceptos nefastos (como el de la libertad como un fin en sí misma) que, poco a poco, van provocando el resfrío de la fe.

    El modus operandi de estos jenízaros lo ha explicado a la perfección el filósofo Francisco Soler, en un artículo memorable publicado en Infocatólica: “Ratisbona y la razón en los tiempos del terror”. Se les hace creer a los católicos que, ante los viles asesinatos de los caricaturistas de Charlie Hebdo, no cabe sino estar con los “defensores de la libertad”, frente a los fanáticos islamistas pues, de lo contrario, nuestra posición podría considerarse “equidistante”, lo cual no haría sino fortalecer a los “liberticidas”. Se trata, naturalmente, de una falacia insidiosa; lo cierto es que los fanáticos islamistas se hallan en el mismo bando que los defensores de esa libertad ilimitada, ya que, aunque sus métodos son diversos (unos emplean el asesinato, que mata los cuerpos; otros postulan el laicismo, que mata las almas), unos y otros anhelan la amputación de nuestra razón (tal como Benedicto XVI denunciase en su discurso de Ratisbona): los islamistas, imponiendo un culto impío, fundado en la fe en un falso dios que llama a la violencia; los jenízaros de la libertad, pretendiendo que se pueda blasfemar contra Dios y que la fe que ha fundado nuestra civilización pueda ser ultrajada del modo más abyecto. Esta “libertad de expresión” pretende, al igual que el fanatismo islamista, torcer la vocación sobrenatural del ser humano, amputando su razón.

    Y, con su pretensión, demuestran, además, un apabullante desconocimiento de la naturaleza humana. Piensan estos jenízaros que confinando la fe en la más estricta intimidad y convirtiendo el foro público en un zoco donde la fe pueda ser ultrajada, se alcanzará una suerte de utópica paz universal, en la que los hombres seremos grotescos adoradores de su religión democrática. Ignoran que la vocación sobrenatural del ser humano es irrefrenable, por la sencilla razón de que el hombre es un ser religioso; y que, cuando esa vocación se reprime o altera, suele engendrar monstruos. Un hombre al que arrebatan su fe en los misterios sobrenaturales no la sustituye por una grotesca fe en la democracia o en los derechos humanos, sino que acaba entregando su fe a los misterios demoníacos. La Europa laicista que ha sacado pecho tras los viles asesinatos de los caricaturistas del pasquín Charlie Hebdo es el mejor humus para el desembarco del islamismo; porque la sinrazón solo puede engendrar en su seno otra sinrazón.
    J.M.de Prada

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